domingo, 22 de junio de 2014

La fuga

Tendré que morir, en tempestad,
un día de sol. En que el viento profane,
en que el cielo penetre las cavidades de mi estómago.
Moriré siendo cantada por mi silencio.
Llevaran mi cuerpo fúnebre cargado
como si el peso se adhiriera a mis huecos.
Pesaré tanto que necesitarán vigor para sostenerme
y un poco de melancolía, para así
respetar mi silencio.

Podría soñar con cánticos alegres
y danzas pasivas, pero,
no hay excitación tras la muerte,
ni colores fulgurantes que opaquen la noche.
Hay ojos profundos,
pulidos por la lluvia del agua que brota por los mismos ojos.
O sombreros negros transparentes
con flores negras compuestas que
aún en la miseria del reposo,
encuentran la belleza.

Si muero mi pálida cara será
transparente, plácida,
como si algún placer sutil removiera aún
mi cuerpo.
Incluso se retorcerá en el culmine
de un orgasmo fortuito que
en secreto, concibe
la silueta del -- al fin despertar.

Mi mano sostendrá mi rostro,
para que incluso sin mí,
pueda ampararme,
poder recibir gustosa el pájaro que cuido
acariciar con el tacto
el despojo de mi sonrisa.

Quiero recibir con mi cuerpo la lluvia
que caerá el día en que me muera.
Agua del féretro rebalsado, mientras floto,
mi cuerpo dichoso y complacido,
ahogará su alma.
Saturado en líquidos,
expulsadas de mis labios las gotas
pudiendo así, preciosa,
fugar el vacío.




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