miércoles, 17 de abril de 2024

Dejamos la imaginación

cruzamos el umbral

nos hicimos palabra

una flor es una flor es una flor

siempre separadas por el lenguaje

un acto de fé

que suelta 

fantasías

impropias


lunes, 18 de marzo de 2024

Escribir aquí

es como gritarle a una persona que no sabe escuchar.


Querer saberlo todo:

haciéndome la tonta

al no saber que

la verdad puede arrancarte

las raíces del estómago


lunes, 4 de marzo de 2024

Me pide que no me detenga, que no corte el orgasmo cuando está dentro mío, insistiendo, cogiendo, pellizcándome, dejando su dedo al interior de mi boca, cabalgandome con su cuerpo y su brazo agarrado a mi cabello. Yo le pido que pare. No puedo permitir que siga robándome el aliento, lo poco que me queda. Temo la sensación de vacío posterior. Temo la pena que pueda embargar si es que ella me absorbe. Claro, estas palabras están llenas de miedo. Algún día le dije que yo no sentía tristeza. Me parece gracioso que lo haya creído. Intento no mentirle, pero ¿cómo no mentirle a la persona que se ama? Si ya las palabras hacen la ficción de una comprensión completa. Esa pretensión es una mentira. Le dije que no sentía tristeza, pero con el objetivo de no tener que hablar de mi pasado. Aguanto el orgasmo, para no tener que vivir la tristeza. Esa que me hace llorar luego de follar. Una vez arriba de mi cuerpo, se lleva todo. Ocupa cada hueco. Me deja en un espacio invivible. Ya escribí sobre eso en líquido amniótico.  No todos tenemos el privilegio de caer en un hueco acolchado. 

martes, 20 de febrero de 2024

 

Sucede la vida retenida en recuerdos que perecen. He vivido pensando que no volveré a los contornos que sostenían en algún momento una dicha. Agarrada a aquellos momentos en que creí en un destino que resultó expropiado. La fantasía de la estabilidad que me inventaron. Una niña virginizada que se dedicó a la intoxicación para caer en el depósito de la muerte. Hoy ya no soy niña. He de aprender a vivir con el duelo de la infancia. 

Algún día le dije a mi madre que yo moriría antes que ella, para pretender que la angustia de su partida se perderá en un hueco rellenado.  Ella me rogó que no. Y yo tomé su mano para que me cubriera en ese instante que se perfilaba ya añejo.

La ví durante su vida alcanzar esa fantasía que yo pretendía mía. Y la ví también desvanecerse en la grieta de su nombre borrado. Me ubicó entre los límites de eso que soy y lo que quise. Pero la historia hace lo que quiere. Y hoy añoro tener un espacio que no sea mío, cuando tanto tiempo busqué una habitación propia. 

Me tomó en sus brazos y me llevó a conocer su pasado. Que se gestó en mi como una herida que jamás podría sanar. Me pregunto hoy qué tiene que ver su dolor con mi incertidumbre. Me pregunto si el amor que busco es el equivocado. Es que, esa es la pregunta que ella trazó con agujas en mi piel. La pregunta por el deseo que no obtengo con mis dedos. Con los dedos cubiertos por sus pliegues. Mientras mi cuerpo se aleja del lugar al que sus manos me llevaban. 

Este lado de la franja no es fácil. Es difícil rememorar las razones que me hacen acomodarme aquí donde no hay recuerdos ni raíces. Dónde la tierra no me trae olores de infancia. Pero así sostengo un funeral permanente. Que me hace tener razones para llorar aquello que me quitaron. El pedazo de mi corazón que quedó al otro lado. El pedazo que se creía augusto frente a la sequía.