sábado, 21 de junio de 2014

Hermosos perdedores - Leonard Cohen

Ombligo


"Por favor, no me hagas pensar en tus partes. Su ombligo era un remolino minúsculo, casi escondido. Si toda la risa que hace falta para agitar una rosa de té súbitamente se volviera carne, sería como su ombligo. En distintas ocasiones lo cubrió con aceite, con semen, con treinta y cinco dólares de perfume, con un cardo, con arroz, orina, los recortes de uña de un hombre, lágrimas de otro, saliva, un dedalito de agua de lluvia. Tengo que recordar las ocasiones.
Aceite: Miles de veces. Tenía una botella de aceite de oliva junto a la cama. Siempre pensé que iban a venir moscas.
Semen: Hizo que yo mismo lo depositara allí. Quería verme masturbar por última vez. ¿Cómo podría decirle que fue el orgasmo más intenso de mi vida?
Arroz: Arroz crudo. Tuvo un grano metido durante una semana, afirmando que podía cocinarlo.
Orina: No tengas vergüenza, dijo.
Uñas: Dijo que los judíos ortodoxos enterraban los recortes de sus uñas. Me incomoda recordarlo. Es justamente el tipo de observación que haría F. ¿Habrá sacado la idea de él?
Lágrimas de hombre: Un incidente curioso. Estábamos tomando el sol en la playa en Old Orchard, en Maine. Un completo desconocido en traje de baño azul se arrojó sobre su vientre, llorando. Lo agarré de los pelos para levantarlo. Ella me golpeó la mano bruscamente. Miré a mi alrededor:  nadie se había dado cuenta, lo cual me alivió un poco. Lo cronometré: el hombre lloró durante cinco minutos. Había miles de personas tendidas en la playa ya. ¿Por qué tuvo que elegirnos a nosotros? Yo sonreía estúpidamente cuando pasaba alguien, como si ese loco fuera mi afligido cuñado. Nadie parecía darse cuenta. Tenía puesto uno de esos trajes de baños baratos, de lanilla, que dejan las bolas sueltas. Lloraba quedamente, con la mano derecha de Edith sobre la nuca. Yo trataba de pensar: esto no está pasando, Edith no es una puta de playa. Abrupta y torpemente el hombre se apoyó en una rodilla, se puso de pie y salió corriendo. Edith se lo quedó mirando un rato, después se dio vuelta para consolarme a mí. 
Saliva: No sé por qué. De hecho no recuerdo exactamente cuando. ¿Esta la habré imaginado?
Agua de lluvia: A las dos de la mañana se le metió la idea de que estaba lloviendo. No podíamos darnos cuenta por el asunto de la ventana. Tomé un dedal y subí. Ella apreció el favor. 
Creía sin duda que su ombligo era un órgano sensorial: mejor aún, un monedero que garantizaba posesión en su sistema vudú personal."


"Hermosos perdedores" es el segundo libro del poeta, novelista y cantautor canadiense.  Un juego literario de principio a fin, heredera de la generación beat.                                                                                                                 



"Ella tenía prisa por alcanzar una profunda fraternidad con el agua, prisa porque la fuente garantizase la petición que había hecho con su cuerpo."


No hay comentarios: