domingo, 8 de junio de 2014

Bosques


Hoy, tras la lluvia,
un perfume de añoranza
por abrazar un suspiro
decidió inmiscuirse en mis vísceras.
Prueba del vacío se hizo fuego,
prueba de la noche,
cinco poemas rotos. 
Encadenada me arrastro
deseando haber sido capturada,
como una joven doncella de Erzsébet,
que por joven y virgen es apresada.
La criada descuartiza mi carne
para estrujar las pieles y así
complacer a la condesa,
en su baño de sangre.
Una muchacha de al frente
me mira con recelo
pues de mi propio suplicio
me amparo.
Pero no sabe,
que entre sueños me arrastro
bajo la desdicha del diluvio
bajo paños fríos y muertos.
Crucé de la mano el puente
que atravesaba de un infierno al otro.
Su mano infunde la mía,
su voz recita poesía.
Un susurro me alarma,
un consejo me aleja.
Más sus ojos siguen mirándome,
transparentes ojos me temen
y yo
perpleja de incertidumbre.
Si hubiese escapado ilesa
de aquella triste desgracia
probablemente en su coche fúnebre,
me habría alcanzado.
Y es que la verdad tan lejana se encuentra
que esperanzas ya no me quedan
de algún día poder creer,
algún día creerme a mi misma.
Si supieran de mi como un fantasma,
ese día de lluvia me retratarían.
Por caminar descalza en un bosque
sola caminaba ese día.





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