martes, 30 de julio de 2013

Una ventana grande e iluminada
daba a la calle desde las alturas.
Atrás de ella  transparentaban los ojos suplicantes
de una chica vaga.
Un lobo negro cruzaba, mojado por las lluvias.
La mirada de la chica bajó
junto a sus lagrimas.
Gustase de la noche,
o de las pisadas amortiguadas.
La pequeña luz difuminada
voló para arrebatarle toda esperanza.
El lente enfocó la perdición de la pequeña.
Sabía que podía incluso
desperdiciar sus años
mirando, a través de la ventana.
Una mano.
A veces en el hombro, a veces en la cara.
Otras pocas, vislumbraba
su muslo en gracia.
Mientras, la sombra ajena era tejida a sus dedos,
su madre recogía las flores y el silencio.
Y el delirio socavaba los restos de luces
que el ojo cuidadosamente apartaba.
Prevalece el cantar de un recuerdo confundido,
que empezó a girar en el tiempo
bajo el hechizo de una imagen destructora.
Y
hay una caricia casi perfecta,
que el dolor restriega frente a
la sincronía celestial
del hueso que encaja sospechosamente.
La creación más divina y desgraciada,
fue la que dejó atrás su sombra fúnebre.
No se transa el funeral ni la muerte,
más sí la soledad
de seguir por la ventana, mirando
o esperando.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Alejé la cara.
El vidrio se comenzó a desempañar,
lentamente.
Lo miré hasta que desapareció
y luego más allá.
Árboles en brisa cálida,
horizonte océanico
tragándose toda la luz del mundo,
la nieve acumulada en puentes escondidos,
borrachos de Año Nuevo,
los huertos y maizales y viñedos
pasando a toda velocidad;
la Montaña que siempre ha estado
y siempre estará,
todas las estrellas del cielo y
todas las luces de la tierra,
las espiras de las hormigas humanas
y los abejorros de metal.
Tiempos de lobos,
y el fotógrafo indiscreto.

Pm dijo...

El movimiento secreto
de ruedas dejando huellas.
Y la música alimenta
la comodidad de los silencios.

Anónimo dijo...

El músico se sentó, y para marcar el inicio de la obra
cerró la tapa del piano.
La gente se miró.
Alguien tosió.
El viento aulló por fuera.
Varios se sorbieron los mocos.
Murmullos.
Se abrió la tapa.
Se callaron.
El pianista no tocó.
Suspiros.
Murmullo.
Tragando saliva.
La tapa se cerró.
Varios se levantaron,
haciendo chirriar los asientos,
se abrocharon los abrigos,
y se marcharon con un portazo.
La lluvia golpeaba el techo.
Hubo un trueno.
El músico se paró e hizo una reverencia.
Todos salieron reclamando que no habían escuchado nada.