viernes, 12 de julio de 2013

un n

Ruega, con las rodillas flectadas
la mano en un corazón,
y los ojos cerrados.
El rezo de mil sirenas
unidas en un baile solitario.
Mientras las olas tragan,
las noches y los prados.

Un camino largo,
escrito con piedras.
Piedras que se deshacen con cariño.

Ruega, o reza.
Me da lo mismo.
Todos los días para pretender,
que sin el ruego,
te caerías.
La mano en el corazón,
y los ojos, siempre, cerrados.

Una mirada eterna,
y esa sonrisa ingenua,
que exigía un beso implantado en los labios.

Reza solitaria.
El desierto es el día,
los sueños la noche.
Las olas entre espejismos,
apenas tragan sirenas.
Ruega porque se levante,
todos los días, se levante.
En medio de noches y de prados.

Y la oscuridad acecha,
incluso más que la lejanía.
En la espina incrustada,
en mi piel.
En su piel.

Reza o ruega por última vez,
durante el día, durante la noche.
Y por siempre.
Para mantener, aunque sea el dolor.
Que trae tesoros
no de oro,
no de plata.
No de gracias.
El mar se atraganta.
El pájaro se duerme.

No hay comentarios: