viernes, 28 de junio de 2013

Pasa otoño.
La culpa desarticulada.
Las llamas de invierno crecen con fulgor,
se sustentan de las promesas
que Abril escuchó.

Creía el Cielo ser testigo de sus palabras. Y las Nubes lo abandonaron en el juicio.
La Silla también se estremecía, su vida corría peligro de ausencia.
Una Maquina de escribir,
tipea deprisa. Se arranca del pasado, quien la maldice cada 7 minutos.
Y la Almohada privada de sus derechos acusa a quien la salivó, pues sabe todos sus secretos.
Se escucha el crujir de la Botella de vino, que se arrastra al podio.
Llora las penas del público, y así,
pasa otoño,
la culpa desarticulada.
La Hoja de papel blanca, es la única que no debe disculparse, sabe lo que es el remordimiento.
Y no hay otro culpable más que el Naipe, suele sustentarse de promesas,
las promesas que Abril escuchó.

El humano apenas puede arrastras su lápida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hoy desperté y me pareció
que cada noche resulta ser
un poco más como Bukowski.
Ya sé que es bien bueno,
¿pero quién, por Dios, querría ser
tan hijo de puta?

Nos sentamos a la orilla del río
y el gentío gritó:
¡sacrifíquen el higado!
Si Dios quita vida como la da,
dime ahora, dime nunca
¿quién querría ser tan maniático?

Ve lo que quieras ver.
Deberías verlo todo.
Toma lo que quieras de mí.
Te lo mereces todo.
Nueve de cada diez veces
nuestros corazones simplemente
se disuelven;
solo quiero un mejor lugar,
o una mejor manera de caer.

Si Dios controla la tierra y la peste,
si me observa de cerca;
si es tan alto y poderoso,
no alcanzo a entender
¿quién querría ser tan maniático?

Me acosté y no vi
por qué cada día resulta ser
un poco más como Bukowski.
Y ya sé que es bien bueno,
¿pero quién, por Dios,
querría ser tan hijo de puta?