lunes, 3 de junio de 2013

No soy fuerte.
Él, ella, ellos, ellas, todos.
Pensaron que lo era.
Pero nadie me ha enseñado ha sobrevivir.
O a tomar las margaritas y llevarmelas conmigo.
O a ocultarme y no escaparme.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No quedaba nada.
No quedaba un alma.
Permaneció inmóvil frente al enorme brasero apagado.
Tenía tras de sí un sendero de ocho mil kilómetros.
Delante de sí la nada.
Y de repente vio algo que creyó invisible.
El borde del mundo.

Enloqueció,
se arrodilló,
y no dijo más que
bla bla bla.