domingo, 9 de junio de 2013

No lo entiendo,
los árboles prenden llamas,
dejan cenizas,
destruyen el suelo.
Y sigo sin entender
el olvido en la mirada,
de un par de conejos agrietados,
que escapaban de las llamas.
Y creyeron poder escapar siempre.
Los recuerdos, a veces,
quieren irse,
a veces,
uno los deja ir.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

En la tierra del norte hay una montaña,
cien millas de alto y cien millas de ancho.
Una vez cada mil años la visita un pajarito,
y contra la roca afila sus talones.
Cuando así haya desgastado la montaña entera,
habrá pasado un día de la Eternidad.

Pm dijo...

Un día de la eternidad,
que no duró más que un segundo.
Sus alas emprenden vuelo,
cuando la luna pretende esconderse
bajo el velo amargo,
de la luz.

Anónimo dijo...

Una luz cínica,
rayos de un sol desplumado
por los vientos de invierno.
El tiempo es igualmente injusto,
incapaz de dar en el gusto:
eternos segundos y
efímeras eternidades.
Emprendemos vuelo, ¿adónde?
¿Con quién?
Preguntas pendidas de puntos suspensivos...
especialmente el por qué.