domingo, 16 de junio de 2013

Despierta

Despierta el niño y nubloso vislumbra la tormenta que cae en cántaros, que cae gota trás gota en las vasijas protectoras. Despierta de un día para otro, sin haber sido despertado. La soledad comete asesinato y se lo permite al niño. El niño.
Resultó como una mezcla simple de un amor que no creía brotar fuera de las llamas. O quizás de aquellos que creían no necesitar algún extinguidor. El tizón sobrante de los cuerpos se une, para formar un compuesto. Un compuesto que basta y quizás vuela a través del viento helado de la mañana.
Tras el carbón lo único que sobra son ciertas palabras, que no quisieron despegarse del cráneo humano. Memorias táctiles, viscosas. Lenguas entrelazadas para contarse en secreto el aliento de la cría emancipada.
Vaga el niño en busca de la sonrisa que jamás pudo pronunciar.
Deja de deambular un día. Simplemente quería demostrar el sacrificio. Hacerme saber que los caminos jamás estuvieron divididos.
Un pájaro, un cuervo, emprende vuelo. Tras haber sido enterrado. Tras haberle rezado a algún Dios.
Aún así emprende vuelo, la tierra es para los débiles, se decía probablemente.
La tormenta se disipa, otra vez. Solo lo hace para que los comunes y corrientes veamos en aquellos signos algún rayo de luz, bajo el sol. Las vasijas pueden ser removidas solo por hoy.
El pasado le enseñó al niño. Pudo aprender que las mentiras se agotan, las promesas se marchitan y que las margaritas se acaban. O que no se le puede regalar todas las margaritas a una misma persona.  Entendió que no todo lo que la frase dice es verdad.
"Nada nos hace sentir más vivos que la muerte de otros" - Dijo la frase.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lenguas confusas
de palabras difusas,
empapelando con excusas obtusas
las promesas ilusas.