lunes, 24 de junio de 2013

Duelo

Veinte pasos, un semáforo y alguna empanada.
Cruje la nieve virgen, cruje el suelo cubierto.
Las flores desesperadas,
aúllan en silencio.

Gotas, caen gotas, siempre más,
no se agotan.
Algún misericordioso las recolectará en su dicha,
las hará valer.
Filtrará la sal, o la pena
que las vio nacer.

Precario, pero rezas.
Inseguro y sigues rezando.
Afuera de la iglesia, el pecado es ajeno,
eterno.
Eterno es el rosario y las mil y una mostacillas,
que tus dedos aplastaban,
con esperanza
de no acabar parado
en esa silla.

Memorias, memorias, memorias
comidas por cabellos de gusanos,
o residuos de albahaca.
No las deja ir,
en cada tacto, en cada olor.
Las devuelve,
el escupo que rebota,
bajo la luz de un atardecer en las montañas,
en la isla del sol.

Impalpables,
arrinconados o extraviados.
Aquellos mismos recuerdos,
bajo la sábana de
¡El amor!
Carjadas y nada más que carcajadas
Ocultan tan bien,
la amargura
del dolor.

Se disuelven en el luto,
que crea una esperanza.
No hay funeral, ni carrusel,
no hay velos, ni cantos.
Vestidos a color
eso basta, para crear, quizás la ilusión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En las calles azules
de la ciudad sin fábulas,
la lluvia llora.
Todos la oyen;
nadie la escucha.