cuando el calor de
nuestras patas
y tu rostro en el mío
desaparece la pregnancia
de la noche y llovía
llovía y querías
vernos antes de que bastara
de que bastara la
lluvia
de que bastara el
anhelo
entonces cayó la
última lluvia
y no, no se había
acabado el juego.
Cuando sobria tu
comisura
de labios flacos
sosteniendo
esa humedad perdida
se perdía en ti mi
palabra
de caer en el sueño
correcto;
pero no, no se había
acabado
no hasta que pensaras
en mi silencio silbado
hasta que cantaras mi huida
hasta que me pidieras
de vuelta tu chaleco de cachemira.
Hasta que me lo
devuelvas me decías,
y yo pensaba otra vez
en perspectivas
de que por un día te
veía
y si te veía sin el
día
no me importaba el
secreto
de que no me conocías,
de que ya no llovía
de que podíamos
olvidarnos estando así quietos.
Cuando
más tarde deslizamos
respirando las arrugas
deslizamos como si un
río ácido deslizara nuestros dedos
cuando de ti y de mi
hicimos deslizar ese cantar de sombras
para imaginar que ya
no quedaba frío
y del frío hice
deslizar una nota
que nos obligó pronto
a acabar con el juego
entonces sonreíste,
te reíste a
carcajadas
te reíste y me reí contigo por pensar que yo lloro,
te reíste y me reí contigo por pensar que yo lloro,
y no sabías
no sabías que a la
sombra sola la lluvia le da pena
no sabías que de querer,
que de eso no se nada
si no es un querer que
perece
que parece vida y
luego sea agua agria.
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