sábado, 7 de julio de 2018

Asesinato 2


Sería una noche, noche de aliento espeso, de agrias aguas de otoño. La luz de las ampolletas tintinea, mi cuerpo avanza como arrastrado por una sombra. La sombra de nuestros cuerpos la advierto de lejos. Tus manos acariciando mi cabello como si nada pasara. Tus ojos mirando la lejanía, pensando en si serías capaz quizás de filmar aquella escena. Yo de lejos me acercaría y tomaría tus manos, las quitaría de las mías. Las tomaría y esta vez no te abrazaría. Solo las tomaría y te llevaría secretamente a algún lugar. Como si te tuviera una sorpresa. Caminamos por el pasillo juntos hasta encontrarnos con mi cuarto de espejitos. Tan pequeños que tu no los ves. Yo te diría que los vieses, que notaras quizás alguno, para que te recordaras, para que te miraras como yo te había mirado tanto tiempo. Ahí con los espejos te miraría mirarme para verme en tus ojos, pero para no vernos más. No vernos y así con mis manos te asesinaría. Te mataría como para decirte que te amo. O para que tu me lo dijeras y así yo te permito respirar, y así nos respiramos. Yo con ansias, con mi corazón latiendo, con mis manos empuñadas. Tu me tomarías esas manos, porque eso sí lo miras, miras mis manos. Y me dirías que basta y yo lloraría. Y tu que basta, y que basta, y que basta y luego intentarías saborear mis lágrimas. Y ahí yo te miraría para asesinarte de nuevo. Te miraría y si con mi mirada pudiese asesinarte, te juro que lo haría. Pero tu prenderías un pucho. Tu mirarías hacia el lado, pensando en alguna canción que quisieras poner, que quisieras mostrarme para que yo conozca algo nuevo. Pero tu no entiendes que solo me muestras cosas, y yo asiento y luego yo olvido. Y luego tu me preguntas si recuerdo, y sí, recuerdo. Me río, qué idiota, no podría no recordar, pero tu te refieres a la música y ahí yo me ahogo. Me ahogo porque me avergüenzo de pensarte todas estas horas. De pensarte como si ambos estuviésemos pensándonos. 
Luego me haces cariño, pero yo ya no nos pienso, yo te veo a ti, egoísta, sin lagrimas. Sin lagrima. Creyendo que podemos amarnos de nuevo, o eso dices, o eso crees. Y yo sabiendo que tu no me puedes amar, que un cariño en el pelo no basta. Y yo ahí intentaría asesinarte de nuevo, morderte el cuello. Morderlo sin tener que parar. Pero tu te confundirías y pensarías que te intento dar un beso, un beso torpe. Entonces me resisto. No puedo permitir eso. Tu fumas tu pucho. Aún me acaricias el pelo. 
Cuando abro mis ojos, deseo escaparme. Deseo poder irme de ahí para dejar de pensarte. Para no imaginar tu muerte ningún segundo más. Para amarnos en mi cabeza sin ti, para poder sentirnos sin ti. Y me paro, y tu me dices que me quede, y yo te digo que no puedo, y tu te amarras de mi pierna. Te pido que me dejes ir, despacio, sin gritarte, sin resistir mi pierna contra tus brazos. Pero tú no te mueves solo gimes y yo empiezo a sentir que transpiro. Transpiro, mis manos frías, mi frente pálida, te robas mi aire. Te estás robando poco a poco mi aire. Tironeo mi pierna, avanzo, abro la puerta y te miro. Intento que mueras una vez más, que si no es mi mirada entonces que mi muerte te asesine. 
Cierro la puerta y corro afuera, corro por mi vida, pero despacio. Despacio esperando darme la vuelta. Me doy la vuelta y te veo a ti, con una sonrisa chueca, bien chueca, con las manos estiradas. Yo te susurro a lo lejos, “no puedo, me tengo que ir” pero tu no escuchas y me voy. Sí, así me voy.

No hay comentarios: