Te lo
suplico, no vuelvas a ponerte ante mi ceño turbio y fruncido. En un momento de
extravío podría cogerte por los brazos,
retorcerlos como un trapo lavado al que se le exprime el agua o quebrarlas con
estruendo como dos ramas secas.
Secas como
prometiste al viento las promesas de un futuro. En fin, me pregunto por ti, y
por tu laguna de soledad. Es como un travieso sol de porcelana
Si un bebe
cruzara esos ríos, descubriría el por que de aquella fechoría. Sumergir el alma
en un pozo de lodo húmedo hasta que el pozo se seque. Gritaría en voz alta tu
nombre.
Caí así, en
la tierra de un cementerio de rocas azules de delirio del ángel de tu
expectación iracunda. El día era como sus ojos; rojo.
Fue el
punto máximo de placer, de éxtasis de extasiado, fruncir el juego de la vida
hacia la búsqueda de una mejor, triste estar sumergido en ese espacio.
Como
eternidades de estrellas era su sonrisa encorvada. Prefirió cerrar las pestañas
y sentarse a acallarlo.
Acallar
todo lo que alumbran estas ampolletas de mi pieza, que no me dejan dormir.
Constanza y Pamela
29 de junio, 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario