jueves, 3 de julio de 2014

Amarga

Cobarde estrecho entre mis brazos la luna
y así apaciguo el arder que consume cada flor.
Pasmada y sobrecogida me encojo
para acoger mi tiritar en un gélido helar
y suspender en el aire los restos secos
que incendiados humean fragmentos.

Arrincono el caramelo 
que la luna depositó entre mis brazos,
para mitigar lo amargo,
para endulzar mi piel,
empapada en lagos venenosos
bañada en el agrio aroma del café.

Y si mi cuerpo gime por extrema bondad,
taparé su boca oculta, enmudeceré sus palabras
ahuyentaré cada gota de perversidad
que atente contra su bienestar.

Cubriré todo cuerpo existente con el caramelo
que protejo entre mis manos
para besar apasionadamente los torsos,
espaldas, mejillas y ojos.
Para cubrir mis labios nuevamente,
con otro amargo veneno.

Arrancar del tallo la corrida para
así aflojar alguna huída,
escapar excitada bajo el estrujar
de un paño envuelto en lagrimas.
¿Socórreme de la tenue brizna que
suaviza el aire exageradamente?

O ayúdame a pulir con mis manos
los copos de nieve que caen dichosos
en la tierra mojada.



Para cubrir mis labios nuevamente,
con otro amargo veneno.

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