Si las lágrimas priman, sería ciega a sus ojos.
Cierro los ojos. Busco consuelo. La noche es
muy fría. Los días eternos. Y escribo palabras, inútiles frases, alargados
poemas que al final… no sirven de nada. Debo sonreír ya que estoy tan cerca.
Sus ojos me acechan, aunque no me estén mirando. Y caigo en la perpetuidad de
un momento. No es sano. Me encierro en
un cubículo de noche. Cada noche creo a alguien que pueda adaptarse. No
perderse en gritos desesperados de quién me engendro, o lágrimas de quien odio,
odio sin poder absorberlo. Recuerdo. Recuerdo absuelta, descalza. Una alfombra
pisoteada, y una pequeña puerta que se cerró poco a poco esa noche. Creo haber
empezado a navegar. Navegar sola, solo con un remo a mi lado. Solo un remo. La
mano izquierda me es desfavorable. No funciona. Y la derecha toma el poder, en
mi navegación circular. Ahí estaba el, sonreía. Yo lo miraba con desprecio,
jurando jamás volver a recordarlo. Y hoy, recuerdo ese
desprecio. Y creo ser yo a quien odié tanto tiempo.
1 comentario:
Me acuerdo de las ramas meciéndose en la brisa,
me acuerdo de la sombra y la risa
y la calidez de todo.
Me acuerdo de la luna obesa;
de la noche que tanto pesa;
de matorrales celosos y botellas vacías.
De ojos llorosos, humo acre y tela ocre.
Me acuerdo de olas batiendo rocas;
de marcas olvidadas en la piedra.
De susurros sin testigos.
De actores desaparecidos.
De pueblos nunca encontrados.
De las que se fueron y quería que se quedaran,
y de las que se quedaron y quería que se fueran.
De libros de los que nunca supe el título
y amigos de los que nunca supe el nombre.
Me acuerdo de todo lo que no viví, y lo extraño.
No recuerdo dónde dejé el teléfono.
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