jueves, 29 de mayo de 2014

Precio

Un pueblo deshabitado,
palpable por mis ojos,
violentado por batallas,
perdidos combates extraviados,
se abate en un foso
hueco vacío y tosco.
Se rompe la abertura de una salida
para huir o desertar.
Se abre hacia la luz
un candelabro prendido por el fulgor de las velas.
Un faro que tintinea cada dos o tres segundos.
Y una muchacha cadavérica
atraviesa las puertas,
no sin antes vigilar el pantano
que tras sus pasos deja.
Titubea unos segundos antes
en los que el día manifiesta su calumnia,
y el farsante se transforma en noche,
noche angustiosa.
Asfixia la claridad de las estrellas
cuando no son más que nudos.
Pues la niña se devuelve,
dos o tres pasos hacia atrás
cuando su juventud preciada
enflaquece.

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