miércoles, 21 de mayo de 2014

Canto

Su tiritar yacía intacto bajo la secuela de un asesinato
que amenazaba con suplir
toda bondad caída en su regazo.
Si un velo cubriese su mirar
podría atravesar el alma que
tan sutil me ruega
¡Que cante mi canto!
Y bailaría con aquél velo
o jugaría a escapar
de su reflejo, cuando gruñe la mañana
y los rayos someten la brisa
de otro mar.
El sol se dirigiría a su ocaso,
las flores reirían exaltadas
serían lirios encantados
por la gustosa noche que
se entrega apagada.
Su rostro plácido
suspendía supuesto
aquello que goteaba
de cañerías indómitas
de ratas promiscuas
de podrida maleza que
a gritar aprendía.
Dichoso de crear
mantenía tácita el agua.
Su pálida piel arremete
contra mi cara.
¿Estaremos condenados
ya, tardíamente,
a la misericordia de
la melancolía?
Sonríeme la belleza
de algunas flores fúnebres,
de los ojos cubiertos
de un beso sumergido
en la sequedad de los labios.
Caigo hoy sospechosamente
en las riendas del tormento.
Me maniobra su gracia
como si mil pájaros muertos.
Sonrío mi piel mojada
como si cantáse mi canto.
Un coágulo de sangre y agua
cubre el velo de mi mirada.



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