sábado, 10 de mayo de 2014

Divinidad


Apareció en mi el fruto de un
divino paradero cristalino. En él,
me pierdo como si, cubiertos de humo,
mis ojos anunciaran la ida.
En él mis manos cubren otras manos.
En él reparto pétalos de rosas
como si pudiese ser mensajera
de lo glorioso.


Yace mi alma perdida,
y solo en los amaneceres de noches tormentosas
pareciera florecer como un velo
que escapa de la belleza
de un cuerpo desnudo.


Se reflejan los rayos matutinos
en la piel blanca y devastada.
¿Protégeme del daño, una vez más?
Hurgar en lo secreto hace dudar de las palabras.
Hurgar me hace dudar de los humanos.


Más me amparo en tus brazos
que buscan cuidarme, y
tú, divino paradero cristalino,
¿Me dejas protegerte también?


Podemos, así,
perdernos como si, cubiertos de humo
nuestros ojos anunciaran la ida.
Podemos escapar de quienes
no prevalecen por el amor.
Y dejar que el universo entero se exalte
y honre a los hombres.
Dejar que los pájaros revelen el misterio
de su vuelo.
Caer infinitamente,
en el horizonte
y así, con nuestros pulmones
respirar el aire
que no penetra en la furia.
El aire que se abate mientras,
las almas suspiran por sus propias heridas.
Extraeré de mis entrañas
la energía inagotable y así podré,
en la profundidad de la noche,
dormir.


Dormir para poder desear despertar,
dormir para despertar a tu lado.

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