sábado, 1 de marzo de 2014

Obeja

Trato de componer en mi cuerpo
la justa presencia de vida
que en alma recorre su torso
que gritan sus ojos de agua.

Brota en mi una flor,
flore que recorre los ríos
buscando un signo que conmueva
al infante suicida.

Y fuerte pronuncia el suelo
que su mirar en mi figura-
Complace su escencia mi cuerpo
conciente de sí es su vida.

Que nace y deshace los vientos,
sumergen de mi la salida.
Encuentro y pierdo los muertos
que así se tritrura enseguida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gimo.
Se abre la tierra,
truena en mis oídos el aire en presión;
me arrastro bajo esto que cede, lo pongo sobre mí...
es madera, tela, me tapa, sirve para taparme.
Me resguarda pobremente de los guijarros,
de la metralla que llueve desde arriba y desde abajo.

Abro los ojos.
Mis dedos se aferran a una manga, un brazo...
¿un herido?
Le grito... no contesta. Un muerto.
Sigo palpando madera astillada.
Me doy cuenta de que estamos en el cementerio.

El fuego es más fuerte que todo;
aniquila la razón.
Me arrastro más abajo del ataúd.
Debe protegerme, aunque adentro esté la misma muerte.