Suelo desapegarme de mis raíces. Un tirón fuerte que deshaga
mi entierro. Creo que el pensamiento es bellísimo, más su belleza me lleva al
peligro. Me entrego a la palabra solamente para profesar el límite que cierne
la miseria de los espejismos. Estoy aterrada pues lucho contra Abril toda
noche. Más valoro mis lágrimas como nunca antes. Ocultarlas pareciera ya, no
valer la pena. Esconderme no me place y, temo porque quizás hacerlo me salve.
Me siento desnuda bajo un chorro de agua que penetra mis cavidades constantemente.
Desafío la emoción de trincheras y pues, el dolor asienta bien en esta época.
¿Cómo no temerle al placer? ¿Cómo no temerle a la belleza? Si ésta puede
adormecer nuestros sentidos. Mi racionalidad está en juego, el fuego la penetra
provechosamente. Mis labios tiritan magníficos tras una mano, o quizás un
cabello. Nadie me enseñó que aquello es malo, supuestamente todos debimos
aprenderlo poco a poco. ¿Cuándo fallé? ¿Cuándo miré hacia el cielo nebuloso con
pasión? ¿Cuándo caí en un hoyo infinito cuya infinidad me desafió? ¿Cuándo
decidí abarcar el amor con mi cuerpo hasta no poder más? Me pudro en
insignificancias que prevalecen en el tiempo. Me derrito como si el sol se
supiera mi nombre. Me adecúo a veces a mis raíces, y creo, que estas me
rechazan. El orgullo me obliga a separarme. Y ¿cómo separarme? Si estoy en este
hoyo obscuro que cae, y no deja de caerme. ¡Es dichosa la felicidad tormentosa!
Y aún sigo rasguñando las murallas.
3 comentarios:
Me gustaría que cuando muera
mis restos los disparen al sol.
Y que el calor de volar alto
me desintegre
cual Ícaro.
y raasguuuñan las piedras, y raasguuuñan las piedras
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