Ver un fantasma, al otro lado de la calle,
aspirar de mi el dulce que cubría el agrio hueco.
Girar bailando hasta la tumba
para terminar la escena plantando margaritas
y concediendo las últimas lágrimas de pena.
Esconderse, después, tras la sombra del maniquí sonriente
en la búsqueda eterna del primer rayo de luz apagado.
Y finalmente soportar la cercanía de la ausencia
en un juego de fuerzas de manos.
1 comentario:
Esperaba ella un príncipe azul
más exótico que todo Estambul.
Jamás llegaron sus ojos añil;
murió aburrida, en torre de marfil.
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