lunes, 19 de agosto de 2013

Polilla

En las noches se incendia un capullo de flores marchitas
que partieron embobadas con la luz estéril
de los desiertos y espejismos 
y cayeron delirantes en el juicio del cretino.

Prepara el funeral y las lágrimas
planifica la reconquista de la piedad en tu propia alma.
Observa con los ojos exaltados
y trepa la caricia rugosa en los senos manchados.

Prueba una vez más el olor de sus manos,
atrapada entrega su obra su mierda 
sus besos en el llano.

El costal en su hombro carga
el día de las merecidas lágrimas.
Su madre y el sarcófago,
palidéz heridas sangre y ojos cerrados.

Escapa del encuentro la que auxilia
para ser socorrida 
sorprendida.

El dulce beso del baile entre desconocidos
que beso besa la apariencia extraña
entabla lo conocido y desafía el tiempo
y el labio se aleja más sus ojos se conocen
se recuerdan entre sueños
y se pertenecen.

El costal en su hombro carga
el día de las merecidas lágrimas.
Lo bota en un parque de flores,
para correr y abrazar sus errores,
ella de vuelta.

La polilla inmiscuída jamás lo deja
su vestido transparente su pelo sus manos
desbotonan su camisa
cosquillean sus costillas.

El beso en la muerte 
y todos vestidos de negro.
El eterno socorro protege a los débiles
del féretro pleno.

Las flores se incendian mientras ojos se observan
se miran y se exigen
acompañarse por siempre
acompañarse y no dejarse
más acompañarse en los sueños,
solo en los sueños.

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