sábado, 4 de mayo de 2013

-Solo me queda esto.

Y le entregó una margarita quemada por el fuego de un pucho botado.
Pero él no estaba, no apareció, ella simplemente imaginaba entregárselo.

Pasó aquel anciano con un bastón.

-Dámela a mi, yo te la recibo.

Y ella no se la entregó, si lo hacía, no tendría nada que darle después a él,
aun tenía la esperanza de que llegara.

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