martes, 7 de mayo de 2013

Dormir para poder desear despertar,
los sueños lúcidos se unieron para así evitarme, 
justo hoy,
justo ahora.
Dormir para despertar abrazada,
abrazada a las lágrimas.
Aquellas incluso me abandonaron,
no pueden rescatarme.

Reza por mí y reza a mi lado, 
susúrrame.
Cántame.
Para creer que sigues en mi, aquí,
en aquella endemoniada silla,
en una plaza vacía, 
que nos permitía ocultarnos en nuestra soledad,
en nuestros pensamientos agobiantes.
Cántame para,
sentir que aún quiero que el sol salga en la mañana, 
o las lluvias o
qué se yo.

Cantame y así, las promesas,
no regresarán a aquél día gris,
y el tren no se marchará, 
no todavía o no esta vez.

Déjame creer que aún tengo las alas para volar,
y reposar en tí.
Una vez más.
Creí,
creí que jamás fallaría en el intento de hacerte sonreír,
creí que me esperarías en el semáforo.

Vuelve a abrazarme para olvidar.
Vuelve a abrazarme para no olvidarme de tí.
Es el vacío,
el eterno, infinito e intocable vacío,
que gasta su plenitud en el tiempo,
y en ojos.
Otros ojos.

Construir un edificio encumbrado al suelo,
que cayó,
de un día para otro, el frágil vaso de agua.
Construirlo,
construirlo, 
construirlo como si volviera del vientre de mi madre.
Vuelvo a nacer, y a mirar las lágrimas de mi madre y padre
al ver mi horrible cara, arrugada por la sangre y restos de un estómago recién vaciado.
Volví a nacer.
Descubrí que nací sola.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo que pasó ya no es lo que fue,
ni lo que quedó.
Y lo que se perdió
no se repone ya orando sin fe.