Como un fruto encarnado en carmesí
sobre una muralla que no estaba pero nos mantenía de pie.
Como la máscara que nadie se pone
mientras bajo la sombra de un árbol yo escuchaba los pájaros.
Ha pasado tiempo ya desde que una ofensa amargó el corte,
apenó el venero motivo por el cual mis ojos se estropearon.
Escojo el silencio
a maldecir palabras
que víctimas se acurrucan como un crío asombrado.
El fruto se acomoda a sentir la carga de las flores,
de sus nombres: amapola, bugambilia, tulipán, margarita.
De su suavidad: sutil, flexible, reservada
que les exige la luz, que les exige la muerte.
Les exige la muerte como dos hombres vencidos al costado del
edificio
como mirar el mar y ver siempre otra cosa.
A sus sombras se ocultan pecados perdidos
así es quien ora por mirar el reflejo del rocío en un
cristal añejo.
Te hablo de lejos, reconozco la tristeza de esta noche.
Podríamos compartir las horas del alba, las primeras luces
exhaustas.
Irrumpo tu sueño sobre nuestras tumbas.
Serena irrumpo tu sueño.
Irrumpo tu sueño sobre nuestras tumbas.
Serena irrumpo tu sueño.
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