martes, 14 de junio de 2016

Me pregunto



Me pregunto

si alguna vez

tuviste que mentirme

de esa misma forma.

Si fui alguna vez

mofa de tus carcajadas

o quizás un

inoportuno desvío.


Las cartas

me imploran que

no vuelva a llorar.

Me gustaría

hacerles caso.

Ser reconocida

por la luz,

y por la paz

de un vientre

que se entrega

al porvenir

de las sombras.

Me gustaría abandonar

el ímpetu

de mi codicia.

Y dejar

de proclamar

mi nombre

como algo cierto.

Nombro para saber

que existo,

que existes.

No confundirlo

con nombres banales

pues lo primero

que perdería

sería la seguridad.

Tu nombre

lo conservo

aunque no quieras

aunque te duela.

Para que escuches

el sentido

y vivas la experiencia

de no entender

aún.

El recorte

de lo vivido,

tan auténtico,

me entristece.

Pero recuerdo

que

aquello que

renace

de las cenizas

caído, maltratado, violado

se elevará,

se alzará

más sólido

que la última vez.

Y tras el sacrificio

algún día

recibirá el premio

quizás,

de la cama

de rozas

asfixiante

por su belleza.

Y si no,

Susurraré

cada palabra

delicada

de este poema

en tus oídos.

Algunas, sin embargo

merecen ser

chilladas

frente a un tornado

para poder

rescatarlas,

conservar

sus restos y

ampararlas.

Me pregunto también

si un poema

sin objetivos

o imágenes contrastadas

de significados

-que se suponen-

existen

es menos

calumnia.

Si tan solo

sigo el baile

de las palabras

que vienen.

Si tan solo

escribo

sin ansias

sin ambición.

Me pregunto

si el poema

¿Es

así,

verdad?



Me gustaría

escuchar la melodía

correcta hoy.

Admirarme

por la sinfonía

perfecta

que canta:

“Que venga

la dulce

muerte.”­

Me gustaría

que ambos

la escucháramos

mientras

pretendemos

atesorar

nuestras

lágrimas

confundidas.

Mientras

ocultamos

la tristeza

con sonrisas

que avergüenzan

aún más

que la desdicha.

Mientras

en un secreto

comparto en tus manos

el aire

que me ayuda

a seguir.

Y en el brote

envuelto

perdonamos

nuestra

propia

compasión.



Inocente

o ingenua

escribo.

Inocente

o ingenua

lo sigo siendo

por creer

que merezco

amor.

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