miércoles, 25 de marzo de 2015

Canto I

¿Qué les importa el frío a los muertos?

Un sol que da a penas
su luz en soledades.

Podría ser flor o ser nada.
O ser quizás un transeaúnte detenido
y de su existencia
suavizar la cruz.

Juego al ayer
mientras de suspiros
se alimenta mi reflejo.
En mi la tristeza no cabe
un dormir teñido por los sueños
sueños de los cuales no despierto.

Hay una mujer en ellos.
Con su cabello cubre su cuerpo.
Ceñida en el suelo
me mira, obscurece
sus palabras cuando está sola.
En el mar su tumba,
en sus ojos su lecho.
Con sus manos cubría un zorzal
que huía por desaparecer.

¿Les importará, acaso, su último aliento?

Perlas y cortes
fiestas ocultas y de mentira.
Bajo un mar que todo se lo lleva.
Poemas infinitos
que no dejan de alargarse.
También el mar se los lleva.

En la arena, desnuda, espero
algún consuelo
que ilumine la pequeña
distancia.
Desesperanzadoras distancias.

Claro, sí
le concedo en su mirar alguna verdad.
Más no dudo, le negaría
cuantos cantos bellos quisiera.

Estoy lejos y así, cerca,
podría abalanzarme
y jurar vengar todo suspiro.
Más es fácil, posiblemente,
como mujeres al sol
venden su alma condenada.

¿Les importaría algo, a cambio de una sonrisa indigente?

Bajo su entierro he puesto tantas flores.
Podría ser flor
o ser nada.
Bajo mi entierro he cantado villancicos
para así concederme alas
o pétalos de terciopelo.
Podría ser flor o ser nada.

Caigo hacia abajo
y el misterio me atrajo
a cuevas derrotadas
hacía años.
He comprendido mejor, talvés
cómo llegue, y si en la búsqueda
me perdí .

Rostros añorados y borrados,
arrazados por el  mar de mis sueños.
Rostros borrados pues,
olvidamos para recordar.

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