Tus ojos desorbitados,
y yo por primera vez sintiendo el gusto de dejar ir a quien uno ama.
Justifica la gracia que conlleva el terror de la noche.
Justifica, primero, las palabras sin eco.
Justifica la creación divina de tus manos,
y tu frente dejandose caer en la mía.
Justifica la acción, quizás tus labios.
Las palabras mortificantes de tu deseo de alejarte,
justifica el ímpetu de mi ausencia,
y a pesar de eso, la permanencia inalterable,
de tu amor.
Mi espera es nula pues no quieres verme.
Me pediste que lo hiciera maldito enemigo,
y las promesas destruídas en tan solo un segundo.
Soportar es imposible cuando es insoportable.
Pobre amor el que de pensamientos se alimenta.
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